Ya en su momento hablé un poco sobre los tiempos editoriales, y en esta oportunidad quisiera extenderme un poco al respecto. Y quizá, sobre la marcha, mencione otras cuestiones acerca del tiempo que un escritor hace bien en considerar.
Creo que terminar una obra, ya sea que se trate de un poema, un relato o una novela, es algo que tiene mérito, y es en sí mismo un logro. Sin embargo, si se tienen pretensiones de publicar, entonces el objetivo se encuentra lejos de finalizar. Independientemente si se opta por la editorial tradicional o se elige el camino de la autopublicación, el tiempo que una obra requiere para ser publicada puede llegar a ser extenso, arduo, desgastante y sí, incluso frustrante.
En el caso de la primera opción, obviando las muy necesarias y oportunas revisiones que todo texto necesita, es necesario buscar a las editoriales adecuadas, esperar que se encuentren en periodos de recepción de manuscritos y realizarles la propuesta. Tomando en consideración el gran volumen de obras que suelen recibir, así como el grado de notoriedad que tiene el autor en cuestión, la respuesta de la editorial tarda, y tarda bastante. Si es que se llega a recibir. Porque sí, la realidad es que las editoriales que se toman el tiempo para comunicar su rechazo son las menos, y en realidad son una extraña oportunidad que se nos brinda para mejorar nuestros trabajos atendiendo las observaciones por las cuales rechazan la propuesta. Tras lo cual toca probar suerte con otra, y con otra, y con otra..., sin tener nunca garantías de alcanzar el éxito en este sentido.
Ahora bien, suponiendo que una editorial decide publicarnos, esto no va a ocurrir necesariamente en las próximas semanas, o meses, en ocasiones ni siquiera en un año, ya que cada editor maneja sus propios tiempos y calendarios de publicación, y no resta otra alternativa que atenerse a ellos, sobre todo si hay un contrato de por medio, el que, me parece de sobra decirlo, hay que leer a conciencia y firmarlo hasta haber resuelto todas las dudas.
Si no se tiene interés en las editoriales tradicionales, también existe la alternativa de elegir la autopublicación, tan legítima como la anterior, aunque siendo claros, viene con su buena dosis de trabajo extra. Para comenzar, autopublicar significa que de nuestra parte depende el que la obra se encuentre en condiciones optimas para su publicación, es decir, que está bien revisada tanto en cuestiones de ortografía, gramática y estilo, bien maquetada y con su correspondiente portada, y esto aplica tanto para su publicación en formato físico como digital. Todo este trabajo puede ser realizado por uno mismo o contratando los servicios de un tercero o terceros, que suele ser lo más común, considerando que si incluye los de una imprenta, estaríamos hablando de una considerable suma de dinero, que no es imposible recuperar, siempre y cuando invirtamos el tiempo necesario para ello, pues la distribución y venta de los ejemplares también recae sobre uno.
Sin importar la elección que se tome para publicar, espero que quede bastante claro que nunca se va a tratar de algo inmediato, si lo que se espera son buenos resultados. Algo que representa una verdadera prueba de paciencia para los escritores novatos.
Regresando al caso de la publicación mediante editorial tradicional, creo que hay una pregunta que resulta evidente, y que es oportuno mencionar: ¿cuánto tiempo es prudente esperar respuesta antes de buscar alguna otra alternativa? Francamente no sabría decirlo. Tal como he dicho, aunque no con estas palabras, los tiempos editoriales son raros, y lo más conveniente es no forzarlos. Dicho esto, y considerando lo planteado en estas líneas, me parece que lo mejor es que cada uno juzgué por sí mismo el tiempo de espera que le es oportuno.
Para ejemplificar esto, puedo compartir una de mis experiencias.
Hace un año terminé un relato que disfruté bastante realizar, y me di cuenta de que encajaba muy bien con la temática de una revista con la que ya había colaborado en un par de ocasiones en el pasado. De ese modo mandé mi escrito al editor, quien dijo que lo revisaría y me daría respuesta. Los meses y los números de dicha revista, que es bimestral, fueron pasando y la respuesta no llegó, por lo que decidí que escribiría más relatos con la misma temática, para armar una antología con ellos, la cual, aunque no está terminada todavía al momento de redactar este artículo, ha llamado la atención de una editorial, a la que sin dudarlo se la presentaré una vez que esté concluida. ¿Cuál es la moraleja de esto? Que si bien como escritor hay que aprender a tener paciencia y no apresurar las cosas, también es importante tener una visión amplia de las cosas, y no aferrarse a una única posibilidad.
En realidad no es un fallo tan grave. Uno de los muchos errores que uno comete como novato en esto de la escritura es no darle tiempo a las cosas, comenzando por nuestro estilo y obra, que requieren de mucho trabajo que se va acumulando en el tiempo, ¿dónde más si no? Pero de eso, quizá, hablaré en otra oportunidad.
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