Siento una especial predilección por la figura del detective privado, una predilección que se incrementa si los casos en los que estos se ven involucrados presentan matices sobrenaturales. Una figura que, en ocasiones, no se aleja mucho de la del cazador de monstruos.
Pienso en Abraham Van Helsing, quizá el ejemplo más emblemático, quien junta en su persona al hombre de acción con el erudito, razón por la cual también se llama a este tipo de personaje «doctores de lo oculto»[1].
Uno de mis favoritos es sin lugar a dudas Thomas Carnacki, detective radicado en el Londres de inicio del siglo XX, aunque se le puede ubicar sin demasiados problemas a finales del XIX, creo yo, quien es creación de William Hope Hodgson, uno de mis escritores de horror predilectos, y uno de los indiscutibles iniciadores de la vertiente literaria conocida como horror cósmico[2].
Decir que disfruté enormemente mi primera lectura de Carnacki es decir poco, y desde entonces me acerco a él cada vez que tengo oportunidad.
Siendo honestos, Carnacki como personaje no alcanza los niveles de desarrollo alcanzados por Sherlock Holmes, lo que es entendible si consideramos que los relatos que componen su canon no exceden los nueve relatos, en comparación con los 56 relatos y 4 novelas del canon holmesiano, pero es porque me parece que esto nunca fue la intención de su autor. Hodgson era un escritor que explotaba todo su potencial en la narración de escenas y acontecimientos, atmosférico como pocos y capaz de llevarnos a lugares que no visitaríamos hasta veinte años después, de la mano de Howard Phillips Lovecraft, pero eso es otra historia.
Aun con sus limitantes y escasa trayectoria, Carnacki, que algunos consideran de lo peor de Hodgson, que es justo decir que lo peor de él es mucho mejor que lo mejor de otros autores, tiene sin dudas su encanto y algunas de las mejores escenas macabras de la literatura. El caso es que desde mi primera visita al 472 de Cheyne Walk, hice conexión con el personaje y, como buen pastichero que soy, no pude evitar caer en la tentación de ampliar el universo del personaje con dos escritos, La verdad tras la desaparición de Alice L, que fue publicado dentro de la colección de penny dreadfuls de editorial Pulpture, y con una biografía, en tono mitológico creativo, que fue recogido en el número de Doctores de lo oculto de la muy recomendable revista Ulthar, editada por Alberto López Aroca, viejo conocido de este espacio.
Todo esto viene a colación por dos razones, la primera de ellas, claro está, es difundir al personaje, y a la obra de William Hope Hodgson en general; y la segunda hacer público un descubrimiento que hice recién en la web Tercera Fundación, de la que sin dudas tengo que hablar más en el futuro, y que consiste en que sólo hay registro de tres escritores hispanoparlantes con obras publicadas que expanden el universo de Carnacki, uno de ellos Alberto López Aroca, el otro Javier Jiménez Barco, y finalmente yo mismo.
Dejo el LINK para los interesados, y ya está, gente. Nos leemos en otra ocasión.
Saludos.
[1] Siguiendo con van Helsing, me ha encantado descubrir que la encarnación realizada por el actor Edward Van Sloan, es el modelo en el que se basaron para el Paladín Alexander Andersen, uno de los personajes con más carisma del manga/anime Hellsing.
[2] Recomiendo ampliamente la lectura de La casa en el confín de la tierra y, por supuesto, de Carnacki.
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