Ocurre en ocasiones dentro del mundo literario, que personajes que cuentan con contextos escuetos y nebulosos, logran convertirse a pesar de ello en grandes hitos que calan profundo en nuestra cultura, convirtiéndose así en referentes imprescindibles. Este peculiar fenómeno, que parece tener incidencia principalmente en el cuento, aunque bien podría darse de la misma manera en formato novela, tiene uno de sus mayores representantes en el Rey de Amarillo, una curiosa e intrigante figura creada por el escritor Robert W. Chambers, que al mismo tiempo es un libro maldito —en especifico una obra teatral de dos actos—, y una siniestra entidad[1]. Si bien el Rey de Amarillo es un elemento común y casi protagónico en algunos de los relatos de Chambers, ya sea el libro o el personaje, rara vez ambos a la vez, lo que se sabe de ambos es en realidad muy poco, lo que no ha sido impedimento para que hoy sea considerado como uno de los más memorables elementos de la literatura de horror sobrenatural.
Otro ejemplo similar lo podemos encontrar nada menos que en el impronunciable y hoy omnipresente Cthulhu, de quien Lovecraft se valió para sentar las bases de su particular visión del horror cósmico, y sus seguidores de fundar toda una mitología que perdura aún en nuestros días. Esto con todo y que como personaje está perfilado únicamente con unas breves pero contundentes pinceladas.
De entre todos estos personajes, tan misteriosos como seductores, hay uno que me gustaría destacar en esta ocasión por encima del resto: el profesor James Moriarty[2]. Conocido por ser el único rival a la altura de Sherlock Holmes y básicamente ser su reflejo distorsionado, a Moriarty sólo se le menciona de nombre en 59 ocasiones dentro del Canon, es decir, las historias escritas por Arthur Conan Doyle, el cual se encuentra compuesto por 659, 079 palabras[3], distribuidas en 4 novelas y 56 relatos.
Me gustaría ahondar un poco más en esto, ya que el asunto no carece de interés.
La primera aparición del profesor ocurre en el cuento El problema final, publicado, cómo no, en The Strand Magazine en 1893, aunque en realidad la historia se desarrolla en 1891, y que fue perpretada por Doyle con la firme intención de darle cierre al personaje, de quien la leyenda cuenta se encontraba ya harto para entonces. Sin embargo, dentro de la cronología que rige el universo de Sherlock Holmes, la primera intrusión de Moriarty ocurre en un diálogo que el detective y Watson mantienen previo a lo que sería llamado el caso de El valle del terror, publicado entre 1914 y 1915, pero ambientado entre 1887 y 1888[4], es decir 3-4 años antes de los acontecimientos de El problema final.
Antes de continuar con lo siguiente, me gustaría señalar que aquí tenemos un curioso problema de concordancia, puesto que en el ya mencionado «caso final» de Holmes, este y Watson intercambian las siguientes palabras:
Había algo extraño en todo esto. No era normal en Holmes tomarse unas vacaciones sin más, y había algo en la palidez y en el cansancio de su rostro que me decía que debía de estar sufriendo una fuerte tensión nerviosa. Vio la pregunta en mi mirada y, juntando las manos y apoyando los codos en las rodillas, me explicó la situación.
—Es posible que nunca haya oído hablar del profesor Moriarty —dijo.
—Nunca.
—Sí, ahí está lo maravilloso del asunto —exclamó—. La maldad de ese hombre impregna todo Londres y nadie ha oído hablar de él. Esto es lo que le coloca en la cumbre del crimen.
Cuando tan sólo tres o cuatro años antes el buen doctor sí que tenía idea de la existencia de Moriarty y sus oprobiosas actividades, refiriéndose a él en términos de: «famoso científico criminal, tan conocido entre los delincuentes como desconocido por el público», que es como lo describe en El valle del terror. Dejando de lado el asunto de la mala memoria de Watson —legendaria entre los holmesianos, casi tanto como el misterio en torno a sus matrimonios—, volvamos a aquella obra en cuestión. Como he mencionado antes, El valle del terror vendría a ser la primera vez que se menciona a Moriarty, de hecho, su nombre aparece 18 veces en la novela y se asume que es quien desde la sombra tira de los hilos, aunque no aparece de manera presencial en ningún momento durante la trama.
Tres o cuatro años después de resolver el asesinato de John Douglas en la aventura de El valle del terror, el profesor y el detective se encuentran al fin cara a cara, nada menos que en las habitaciones de Baker Street, una reunión que, en palabras del propio Holmes, lo dejó «bastante perturbado». Algo por demás inaudito y que, en cierta forma, permite intuir el rumbo que tomarán los acontecimientos posteriores.
En las páginas de El problema final, el nombre de Moriarty aparece escrito 20 veces, lo que no es de sorprender al ser la historia del profesor por excelencia, la única escrita por Conan Doyle en la que se le muestra como un personaje de pleno derecho, así como en la que se nos brindan todos sus datos canónicos. A los que regresaremos más adelante.
Tras el enfrentamiento final entre estos dos colosos, que se saldó con la aparente muerte de ambos contrincantes, ocurre lo que se ha dado en llamar el Gran Hiato, o dicho de otra manera, el tiempo que Sherlock Holmes permanece muerto, pues recordemos que la intención de su autor al escribir El problema final era deshacerse de una vez por todas del detective y así explorar otros rubros de su faceta literaria[5]. Por desgracia para Doyle, los aficionados al detective tenían algo muy diferente que decir al respecto y finalmente, cediendo ante la presión, incluyendo la de su propia madre al parecer, Holmes regresó de entre los muertos.
El retorno ocurrió, en tiempo canónico, en 1894, en el relato La aventura de la casa vacía, publicado en 1903. En esta historia se nos revela que el único en perecer en las cataratas de Reichenbach fue Moriarty, mientras que Holmes aprovechó la situación para desaparecer del ojo público durante una temporada —al rededor de tres años—, realizando actividades que son libres de especulación, hasta que un buen día tomó la determinación de volver a Londres y poner punto final al último cabo suelto de la ya extinta organización criminal de Moriarty, quien aunque ya no formaba parte de los vivos, todavía tenía cierta influencia en la City en la figura de su principal subalterno y villano en turno del relato: el coronel Sebastian Moran. Por ello no debería ser sorpresa que al profesor se le mencione 17 veces, si bien sólo en las primeras se añade un poco más de trasfondo al personaje.
Muerto y derrotado en todos los frentes posibles, la figura de Moriarty se disuelve en el resto del Canon, mas no desaparece por completo. De esta forma se le llega a mencionar, una única vez en cada ocasión, en las historias: La aventura del constructor de Norwood, ambientada en 1895 y publicada en 1903; La aventura del delantero desaparecido, ambientada en 1896 y publicada en 1904; La aventura del cliente ilustre, ambientada en 1902 y publicada en 1924; y finalmente en El último saludo, publicada en 1914 y publicada en 1917. Todas ellas nada más que menciones anecdóticas que no aportan nada en realidad.
De esa forma, con un sólo relato protagónico y no demasiado trasfondo, el profesor James Moriarty fue capaz de convertirse en una figura inseparable de la de Sherlock Holmes, quizá sólo por debajo de Watson, así como en uno de los villanos más carismáticos de la literatura. Algo con lo que me parece que pocos se mostrarían en desacuerdo. No obstante, también soy de la opinión de que lograr semejante hazaña fue algo tramposo. Permítanme explicarme. Como recordarán, la figura de Moriarty nace de la necesidad de Conan Doyle de dar punto final a las aventuras del detective, sin embargo, en lo que me gusta pensar se trató de un gesto de respeto hacia su personaje, y a la postre mayor creación, ese final no podía ser prosaico y poco satisfactorio. En resumen, debía ser algo épico. Y para ello nada más indicado que hacerlo sucumbir ante alguien que lo igualara en cuanto a facultades mentales se refiere y lo superara en malicia.
El gran villano de Holmes nace tarde, seis años después de la creación del detective, y su arribo es tan precipitado que se percibe como improvisado, que de hecho justo es así como sucedió. Es cierto que en historias posteriores, El valle del terror principalmente, se buscó crear la ilusión de que el profesor ya existía dentro del universo de Holmes desde antes que se diera su encuentro definitivo, manipulando los acontecimientos desde detrás del telón. Y no seré yo quien diga ahora que dicha ilusión resultó fallida. Pero no es eso a lo que me refiero cuando digo que se hizo trampa en la génesis de Moriarty.
El truco fue perpetrado años antes por Doyle, y de una manera bastante ingeniosa he de agregar.
La gran jugada del célebre autor fue hacernos creer que Moriarty era alguien que se encontraba al mismo nivel que Holmes, sólo que en un sentido moral opuesto, y con ese simple planteamiento el personaje quedó perfectamente delineado, pues todo lo que lo conformaba ya nos era familiar y reconocible en el detective de Baker Street. Conseguido eso, lo que restaba era darle un poco de substancia al personaje. Y eso se logró, al menos así me lo parece, con la descripción física del personaje:
Su aspecto me era casi familiar[6]. Es extremadamente delgado y alto, con la frente muy blanca y protuberante y los ojos profundamente hundidos. Va cuidadosamente afeitado, lo que resalta su palidez, dándole una apariencia casi ascética; conserva en sus rasgos algo del catedrático que fue. Tiene la espalda curvada por el mucho estudio, y lleva el rostro echado para delante, no parando este nunca de oscilar lentamente de un lado a otro de un modo curiosamente reptilesco.
Descripción que quedaría inmortalizada y fijada en nuestras memorias gracias a los trazos de Sidney Paget. El resto, como suele decirse, es historia. Tanto es así, tanto ha calado la figura del profesor James Moriarty en nuestra cultura, que este es perfectamente reconocible y narrativamente viable aun sin la compañía de Sherlock Holmes. Tal como queda demostrado en el par de episodios de Star Trek: The Next Generation (Paramount, 1987-94) en los que aparece como antagonista, no necesariamente villano; en la novela Yo, Moriarty "Los diarios secretos del profesor"[7], de Miquel Giménez; en el manga y anime —muy recomendable este último, por cierto— Moriarty el patriota (Yūkoku no Moriarty. Production I.G., 2020); en el relato corto “Lajeune fille à l’agneu”. Una carta, de Alberto López Aroca[8]; hasta cierto punto en la novela Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado —que si no es uno de los mejores títulos para un pastiche moriartyano, no sé cuál pueda serlo, y en el cual el profesor se lleva casi todo el protagonismo—, de Juan Ramón Biedma, así como en otras obras cuya existencia desconozco, pero que no pongo en duda que puedan estar allá afuera considerando que este universo y sus personajes todavía a día de hoy nos siguen cautivando.
Para ir terminando, sólo me gustaría agregar lo siguiente. Se suele decir —con gran tino, por cierto— que la grandeza de un Héroe se mide por la calidad de sus Villanos, pues Moriarty, el profesor y fallido verdugo, vino a demostrar que lo opuesto es igualmente válido. Dicho esto, también me parece que no caería en error si afirmara que Moriarty, además de villano al uso, también puede ser asumido como una némesis, en el sentido griego tardío del término, es decir, como un agente enviado para infringir justo castigo a quien afrentó contra un dios —Conan Doyle—. Pero como es bien sabido, incluso los planes de los dioses no se encuentran exentos de fallos.
[1] Si se busca más información relativa a tan elusiva obra y personaje, sírvase el lector consultar mi monografía: Lo que se oculta bajo la túnica amarilla del rey. Algunas consideraciones sobre el Rey de Amarillo.
[2] Si ya de por sí el profesor es un personaje misterioso, su hermano, coronel de profesión, lo es todavía más. Pues de acuerdo con algunas fuentes también llevaría por nombre James Moriarty. El enigma se vuelve todavía más críptico con la insinuada existencia de un tercer hermano, cuyo nombre no sería otro que James Moriarty, de profesión desconocida. Como no podía ser de otro modo, este curioso asunto de los tres James Moriarty ha sido combustible de especulación para los holmesianos más entusiastas.
[3] De acuerdo con el cálculo realizado por el reconocido holmesiano Alberto López Aroca:
[4] La cuestión de las fechas precisas en las que ocurren los casos de Holmes son, cuando menos, tema de acalorados debates entre los conocedores.
[5] Sin irnos lejos del terreno de la ficción, Conan Doyle también dio vida a George Edward Challenger, mejor conocido como el profesor Challenger, quien protagonizó algunas novelas de aventuras y exploración, entre ellas la archiconocida El mundo perdido. De la misma manera, también fue el autor de varias historias cortas de horror, la mayoría de las cuales pueden encontrarse en el libro El Parásito y otros cuentos de terror, editado por Valdemar. Menos populares son sus obras de no ficción y de carácter histórico, como The Great Boer War, The British Campaign in France and Flanders: 1914 o The War in South Africa: Its Cause and Conduct. Y claro, no se puede dejar de mencionar lo que tal vez sean sus trabajos más polémicos, aquellos dedicados al mundo feérico y preternatural, entre los que destacan: The History of Spiritualism y The Coming of the Fairies.
[6] Por demás curiosa selección de palabras si consideramos lo anteriormente dicho.
[7] Dracmaycat. España, 2018
[8] Que el lector interesado puede encontrar en el cuaderno holmesiano: Sherlock Holmes en Rancho Drácula y otros estudios y pastiches extraviados, editado y ofrecido a la venta por el ya citado autor.
Comments