Soy un apasionado del libro en formato físico. No es que tenga nada en particular con su encarnación electrónica, pero si tengo que elegir, siempre me decantaré por el libro de papel, ya que los libros me parecen objetos con un valor por sí mismos, el cual es independiente de la calidad del contenido de sus páginas, centrándose este valor más en cuestiones alrededor de su hechura y apariencia.
De los libros me gusta leerlos, adquirirlos, rastrear ediciones viejas en la que tengo un interés especial, ubicarlos en el estante en el que se acomodan mejor, consultarlos cuando un dato se me escapa, o simplemente observarlos y saberme rodeado de ellos. Manías que uno se forma.
Me gustan también detalles específicos de algunos libros, como los nervios en los lomos de ediciones antiguas, o de aquellas que las simulan, los colores y artes de las portadas, las cubiertas, en especial si tienen solapas, e incluso detalles más pequeños como el listón fijado al lomo que hace las veces de separador, y las hojas de cortesía, que en ediciones antiguas pueden deparar más de una sorpresa.
Elementos que cada vez son menos frecuentes, pero que cuando se encuentran presentes son añadidos que suman bastante, y que agradezco con franqueza su inclusión.
Uno de los aspectos que más me llama la atención como bibliófilo aficionado, son sin lugar a dudas los ex libris. Sellos o ilustraciones que se suelen colocar en la parte posterior de las portadas, las hojas de cortesía o en las páginas de título, para indicar mediante diseños personalizados que el libro en cuestión pertenece a una persona, colección o biblioteca en particular de las que se incluye su nombre, además de la leyenda ex libris.
Hay diseños que son realmente sorprendentes, una verdadera gozada visual que dota a los libros que cuentan con ellos de cierta personalidad, y que de forma indirecta, nos hablan también un poco de la personalidad de quien una vez poseyó el libro. Porque aunque no es tan común, tampoco es extraordinario el encontrarlos en algunos ejemplares que se pueden adquirir en librerías de viejo.
La variedad de ex libris que se pueden hallar es enorme, abarcando cualquier cantidad de temas, figuras, escenarios y conceptos, desde el ataque del calamar gigante al Nautilus, hasta escenas en las que se mezclan erotismo e irrealidad, pasando por algunos de ejecución más sencilla, pero no por ello menos vistosa.
Admito que hay cierta aura de romanticismo en esta manera de identificar los libros de nuestras bibliotecas, un aura que retrata muy bien lo que mencionaba en los primeros párrafos de este artículo, que los libros son objetos de valor por sí mismos, con la capacidad de contarnos cosas más allá de lo consignado en sus palabras.
No puedo despedirme sin antes dejar una pequeña galería de ex libris que encontré en la red, algunos pertenecientes a reconocidas figuras de la historia y la literatura.
Y finalizo con una imagen de mi propio ex libris.
Un saludo y hasta la próxima ocasión.
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