Soy un gran entusiasta de los juegos de video desde hace más de treinta años, afición que nació cuando mi padre llevó a casa una consola Intellivision, un aparatejo grande, tosco y de apariencia francamente fea, con unos controles todavía más toscos y feos, y muy, pero muy incómodos, que se unían al artefacto mediante gruesos cables, bastante similares a los de los antiguos teléfonos de marcación por disco.
Los gráficos no distaban mucho de los del legendario Atari, es decir, unos pocos pixeles que intentaban recrear personajes, objetos y escenarios de la mejor forma posible dadas las limitaciones técnicas de la época, que pocas no eran.
Recuerdo que teníamos varios juegos, que venían dentro de unos cartuchos rectangulares de color negro, pero aquellos que tengo más presentes, por lo que supongo fueron los que más jugué, son uno de béisbol, el Burguer Time, muy entretenido y con bastante reto, y uno inspirado en el personaje He-Man.
Desde entonces, varias décadas y consolas después, he visto con interés y asombro la manera en la que el medio ha ido evolucionado, tanto en aspectos técnicos como lo son el apartado gráfico y las mecánicas de juego, y especialmente, en su aspecto narrativo. Tanto es así, que hoy en día los juegos de video me parecen un medio tan digno como cualquier otro para contar una historia, teniendo en su haber ciertas herramientas de las que otros medios carecen.
De los juegos de video y su narrativa tengo en mente hablar más adelante, por lo que en esta ocasión quiero centrarme en otra cuestión, la cual pienso es relevante e incumbe a cualquier creativo, y que, como lo dejan en claro los primeros párrafos de este escrito, tiene que ver con el videojuego y su evolución.
Los juegos de video tienen un origen incuestionablemente lúdico, y con el tiempo se convirtieron en un importante mercado que ha ido más allá de la venta de hardware y software, mediante artículos promocionales, coleccionables, soundtracks y servicios de suscripción. Por tener, ha tenido hasta sus acercamientos con el cine, desastrosos la mayoría de ellos, pero que no dejan de sumar en este particular negocio.
Y por supuesto, los videojuegos son una forma de arte. Aunque no todo el mundo parezca verlo de esta manera.
Regresando a la parte de negocio, nunca sentí demasiado interés por indagar el costo de producción de un juego de video, preocupándome únicamente por el costo que éste tenía para mí como consumidor. Sobra decir que me llevé una gran sorpresa al descubrir que producir uno de ellos, sobre todo en las dos últimas generaciones, podía requerir una inversión de millones de dólares. Cifra que, en la presente generación, la del Xbox One, el PS4 y el Switch, puede alcanzar varios cientos de millones de dólares. Inversiones millonarias que los estudios desarrolladores siempre buscarán recuperar. Porque esto es un negocio no lo olvidemos, con todo lo bueno y lo malo que ello puede implicar.
Tomando en cuenta las grandes sumas de dinero que están involucradas en la creación de los grandes videojuegos, aquellos llamados AAA, no es de extrañar que estos cada vez más apuesten por lo seguro, por aquello que el consumidor va a adquirir, hasta que se canse de ello, claro.
(...)los juegos de video me parecen un medio tan digno como cualquier otro para contar una historia
Esto no es exclusivo de este medio, sucede de igual forma con la música, el cine, la literatura, etc. Una sobreexplotación de fórmulas exitosas que se depredan así mismas, haciendo con ello un flaco favor al medio en cuestión. Una tendencia cuyo final no parece encontrarse cerca.
Regresando a los videojuegos, en este escenario tan poco halagador de superproducciones sin personalidad propia y calidad cuestionable, hay una luz de esperanza: los pequeños estudios y sus desarrolladores.
De unos pocos años a la fecha, hemos presenciado la llegada al medio de juegos independientes, obras de escaso presupuesto pero con un abrumador talento detrás de ellos, que han dado más de una lección a los grandes estudios. Mencionaré tres de ellos: Shovel Knight, Hollow Knight y Cuphead.
Shovel Knight se trata de un juego con estética y mecánicas jugables de la era de los 8 bits, desarrollado por el estudio Yacht Club Games como su primera obra. Vio la luz en junio de 2014 y se ganó en poco tiempo el gusto del público a pesar de su dificultad considerable, gracias a la calidad y buen humor que destila en cada uno de sus pixeles. Con una gran personalidad, excelente música e inspiración sacada de algunos de los más legendarios juegos de video de la NES, Shovel Knight es una carta de amor al videojuego, echa por gente que conoce de videojuegos, que sólo requería de 75 mil dólares para financiarse en Kickstarter, obteniendo al final de su campaña 311, 502 dólares.
Opera prima del estudio Team Cherry, Hollow Knight es un juego del género metroidvania , que el año pasado sorprendió gratamente a propios y extraños presentándonos un mundo decadente y melancólico en agonía, pero dotado de una gran belleza, habitado por insectos de diverso tipo, cuya apariencia recuerda un poco al «sin cara» del anime El viaje de Chihiro (Studio Ghibli, 2001). Poseedor de una historia densa y una narrativa poco lineal, al mejor estilo Dark Souls, gran dificultad en cuanto a enemigos finales se refiere, una banda sonora impecable, y ciertas pinceladas del horror cósmico de H. P. Lovecraft, Hollow Knight es un muy agradable recordatorio de por qué amamos los juegos de video.
Como en el caso anterior, la obra se financió a través de Kickstarter con una meta inicial de 35 mil dólares, logrando obtener la cifra de 57, 138. ¿Mencioné ya que únicamente tres personas participaron en su desarrollo? Algo en verdad asombroso dada la fabulosa calidad del juego.
A diferencia de los dos juegos anteriores, Cuphead, desarrollado por Studio MDHR, no fue financiado de manera colectiva, siendo sus propios creadores quienes invirtieron su dinero para la creación del proyecto, un acto que les ha valido el respeto de gran parte de la comunidad. Cuphead, primer juego del estudio, es sencillamente hermoso a nivel artístico, siendo su aspecto idéntico al de las caricaturas de los años 30 del siglo pasado, lo que implicó dibujar a mano todos sus componentes, tal cual se hacía con esas caricaturas. Muchas son las bondades de este juego de video, recalco principalmente su música, la mejor que ha tenido jamás el medio, de acuerdo a mi humilde opinión, una dificultad dura pero justa y personajes que destilan personalidad y carisma en cada trazo, todo lo cual da un inmejorable testimonio de la pasión, sacrifico y arduo trabajo que sus creadores colocaron en él.
(...)los videojuegos son una forma de arte. Aunque no todo el mundo parezca verlo de esta manera.
Resulta curioso que estos tres juegos, que no podrían ser más diferentes entre sí, tengan varias cosas en común. Para comenzar, se trata de las primeras creaciones de sus respectivos estudios, su desarrollo no requirió de obscenas cantidades de dinero, no se inclinaron por el 3D, ni apostaron por la potencia gráfica, poseen tres de los mejores soundtracks del medio, no buscan ser complacientes con el jugador, teniendo confianza en sus habilidades, lo que es lo mismo que decir que son muy difíciles; su desborde de imaginación va en contra de ese enfermizo apego al realismo que hoy en día se encuentra en casi todos los medios, y por último, aunque para nada menos importante, son la prueba fehaciente de lo que se puede realizar cuando no se apuesta por lo seguro y se hace lo que se quiere hacer, poniendo en ello entusiasmo, júbilo y mucho, mucho, pero mucho trabajo.
Hay que decir que ninguna de estas joyas del mundo de los videojuegos vendió los millones de unidades que venden los ya mencionados juegos AAA, no obstante, si hoy en día medimos solamente el éxito o la trascendencia que algo pueda llegar a tener por la cantidad de dinero que genera, creo que como civilización no estamos haciendo tan bien las cosas como deberíamos.
¿Qué lecciones podemos sacar de esto? La primera de ellas es más que obvia, más grande no siempre significa que algo será mejor. Más importante aún, que los creativos no pueden ni deben comprometerse con una sola fórmula, sin importar lo exitosa que esta pueda ser, puesto que esto atenta en contra de su creatividad. Ahora bien, esto no significa que uno deba estar siempre innovando por el simple hecho de innovar, ni es una verdad que deba ser cumplida a rajatabla por todo el mundo, aquí hay libertad, que no se diga lo contrario.
Ir contra corriente es una apuesta que siempre, siempre, conlleva riesgo y no garantiza el éxito en modo alguno, sin embargo, hacer las cosas de manera distinta, si se está seguro de que ese es el camino que se busca trazar, tiene, cuando menos, significado y un gran valor en sí mismo, independientemente de cómo esto afecte a nuestras cuentas bancarias. A todos nos gusta ganar dinero, esto está más que claro, pero de ahí a que el interés monetario sea el único eje rector de nuestras acciones, en especial aquellas relativas a la creación, pues… sinceramente me parece que podemos aspirar a más.
Esto es todo por ahora. Espero que hayan disfrutado estas reflexiones. Nos leemos en la próxima ocasión.
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